Existe una cualidad única de auto control y desapego en la manera que Jesús vive sus sufrimientos. Desde nuestra experiencia común de enfrentar crisis y transformación, pérdida y mortalidad, lo podríamos interpretar como una ausencia de sentimientos, una especie de auto anestesia.
Otro disparatado secreto para ser felices: benditos los mansos pues heredarán la tierra. Si algo pudiera sugerir qué tan fuera de contacto está la gente religiosa con el mundo real, este secreto debería calificar.
En The Good Heart el Dalai Lama comentó sobre las Bienaventuranzas de Jesús (“Felices son…”) desde una perspectiva Budista. Recuerdo su mirada de concentración conforme las iba leyendo, tal vez por primera vez, y exploraba su significado. Su primer comentario, para mí sorprendente, fue que expresaban la ley de causa y efecto.
Hay una gran discusión sobre la felicidad en estos días. Es verdad que en el primer mundo pagamos un precio muy alto por nuestra riqueza y alto nivel de confort y comodidad, a menudo la felicidad y la paz mental son parte de este precio.
Hace tiempo que había sentido que necesitaba una prescripción nueva y más fuerte para mis anteojos. Este sentimiento había crecido hasta volverse una certeza y parecía urgente. Pero me resultó difícil ir al oculista Polaco en Londres (quien ha cuidado de mi vista desde niño), dado que está prácticamente retirado, y me sentí un poco ansioso acerca del tiempo que había pasado desde mi última revisión.
El evangelio de hoy, nos habla acerca de la mujer que fue pillada en adulterio y que está a punto de morir apedreada, nos muestra la forma en que se encuentra al maestro de luz. Si realmente lo encontramos y reconocemos- ¿y cuál es el punto de encontrar lo que estamos buscando pero sin reconocerlo?- irremediablemente nos vamos a enamorar.